La lotería

«La lotería moderna o nueva, que pertenece más bien a la especie de las llamas rifas, carece de aquellos vicios y, según la tenemos hoy, puede asegurarse que es la mejor, la más racional y la más favorable a los jugadores…»

José Justo Gómez


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  • José Justo Gómez de la Cortina

    Jose Justo Gomez de la Cortina, III Conde de la Cortina (1799-1860)Mejor conocido por el título de Conde de la Cortina, fue un diplomático, polígrafo, erudito, gramático y filólogo que nació en la Ciudad de México el 9 de agosto de 1799, en la casa número 22 de la antigua calle de Juan Manuel.

    Se consideraba mexicano, pero la muerte de su madre en 1847 y el miedo de perder sus títulos, lo obligaron a nacionalizarse español. Después de realizar sus estudios primarios en México, fue enviado a Madrid a estudiar en el Colegio de San Antonio Abad, estudió en la Corte y en la Academia de Alcalá de Henares; ingresó a la Real Academia de Historia, siendo esta materia y la lingüística las ciencias que más explotaría y les tendría gran aprecio.

    En 1832 regresó a México, pero una ley de proscripción lo alejó nuevamente del país que lo vio nacer, hasta que en 1834 fue llamado por el presidente Antonio López de Santa Anna. Ocupó cargos importantes entre 1835 y 1846. Previo a su regreso a México, sirvió a España como diplomático en Inglaterra, Países Bajos, Francia y Austria, entre otros lugares, aprendiendo su lengua, cultura y costumbres.

    José Gómez de la Cortina tenía amplios conocimientos, por lo que ocupó cargos públicos toda su vida; por otra parte, siempre preocupado por la mejora de la ciudad para el buen vivir y empeñado en mejorar las aptitudes del hombre, redactó en México una Cartilla social sobre los derechos y obligaciones del hombre en la sociedad civil, la cual tuvo gran éxito.

    En el ámbito cultural y literario, perteneció a numerosas sociedades científicas y literarias, como La Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística; desde niño mostró talento e interés por el mundo de las letras, al grado de recibir varios reconocimientos y distinciones académicas, interés que explotó a su regreso a México, estableciendo en su propia morada una cátedra muy concurrida de Geografía; por otro lado, con el nombramiento de teniente coronel del Regimiento de Comercio, estableció en prisiones talleres de artes y oficios. Abrió al público una de sus casas, donde instaló una armería y una galería de pinturas; asimismo, los domingos organizaba en esos lugares conciertos musicales.

    Entre sus trabajos se encuentran gran cantidad de folletos, así como artículos en periódicos y revistas; tenía gran inclinación por las cartillas y en ellas usó el método de preguntas y respuestas; se conserva también una traducción que realizó junto con el señor Ugalde y Molinedo sobre la Historia de la literatura española de Buterbeck; escribió varios artículos en El Registro Trimestral, La Revista Mexicana, El Imparcial, El Semanario, El Mosaico, El Ateneo Mexicano y El Apuntador, además de dirigir el periódico literario El Zurriago en 1939.

    Sus obras más mencionadas son las Nociones elementales de numismática, el Diccionario de sinónimos castellanos, el Diccionario manual de voces técnicas castellanas en bellas artes y la Biografía de Pedro Mártir de Anglería. Es autor del que se considera “el primer cuento legendario”, aunque en realidad se trata de una novela corta: La calle de don Juan Manuel. El conde de la Cortina dejó inéditos una vasta cantidad de manuscritos, entre los que tenemos un diccionario biográfico de españoles célebres, mientras que otros escritos suyos se encuentran perdidos, como lo son sus dos novelas, Leona y Euclea.

    Iniciativa suya fue la creación del Ateneo de México, sociedad literaria que fomentó círculos de estudios, bibliotecas, cátedras y conferencias, reuniones literarias y un semanario titulado El Ateneo Mexicano, que contiene una gran introducción de su autoría.

    Si de algo podría acusarse a José Gómez de la Cortina es de que a veces se dejaba llevar por su imaginación, relatando hechos que seguramente no ocurrieron, o exagerándolos. Murió en un modesto departamento de la Ciudad de México, a causa de una enfermedad intestinal, el 6 de enero 1860.

    Abandonado a su suerte, al final de sus días padeció una lamentable y precaria situación económica, producto de su filantropía y desprendimiento, de su gusto por regalar obsequios a sus amigos, del ser amante de las letras –que pocas veces son generosas para el que invierte en ellas– y, sobre todo, por haber sido prestamista en los gobiernos de Santa Anna, préstamos cuyos réditos jamás volvería a ver.


  • Comentario de “La Lotería” (1)

  • José Justo Gómez, conde de la Cortina, “La lotería”, en El Siglo Diez y Nueve (2 de julio de 1844), p. 75-86.


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