José Joaquín Fernández de Lizardi

José Joaquín Fernández de Lizardi

Joaquín Fernández de LizardiPersonaje multifacético, patriota, reformador y escritor que siempre se guió por el deseo de mejorar las condiciones físicas y mentales de una sociedad perteneciente a una nación en busca de independencia e identidad. Poeta, autor de fábulas, calendarios de efemérides y misceláneas, escritor de obras de teatro y pastorelas, traductor de obras literarias, novelista y periodista que vio luz en la Ciudad de México el 15 de noviembre de 1776 y fue conocido popularmente como El Pensador Mexicano, además de tener varios seudónimos y otros alias: El Amigo del Pensador, El Aprendiz del Barbero, El Avisador, El Pensador Doliente, etcétera.

Sus padres fueron Bárbara Gutiérrez y Manuel Fernández de Lizalde, médico en Tepoztlán, donde Fernández de Lizardi cursó las primeras letras. En 1793 ingresó al Real y Antiguo Colegio de San Idelfonso. En 1805 contrajo nupcias con Dolores Orenday y tuvo una hija que habría de fallecer a los 15 años de edad.

Fue juez interino en Acapulco y teniente de justicia en Taxco, lugar que entregó a Morelos a su entrada en la Guerra de Independencia, acción que lo hizo ingresar a prisión (la cual pisaría por lo menos dos veces más); por otra parte, se declaró de pensamiento liberal a causa de las escasas acciones del virrey Francisco Xavier Venegas, y por ello sufrió excomunión.

En una sociedad cegada por la gasa de la religión, abandonada a su suerte debido a una política y diplomacia pobres, y siendo manipulada por los bajos deseos de los vicios (el alcohol, los juegos de azar, el ocio, el chisme, etcétera), El Pensador Mexicano se abalanzó a nadar en contracorriente sobre aquellas aguas turbias de su época, siendo partidario de la Independencia de México; fue activista de la instrucción popular, basada en la educación gratuita y obligatoria, a favor de una sociedad ignorante; impulsor de la idea de crear una reforma que excluyera todas las riquezas y beneficios del clero, además de ser promotor de una literatura nacional, Lizardi daría su vida a cambio de una oportunidad para realizar un cambio social.

Fue un escritor con pluma ligera para producir una amplia variedad de escritos y publicaciones, en los cuales los temas son variados, pero el objetivo claro y único: educar para mejorar la sociedad. Trató sobre estos temas en los aspectos religiosos, sociales políticos, al tiempo que abordaba temas de actualidad y teatrales, insertando en sus obras una dirección nacionalista, nada novedoso para su época, pero que distingue a sus obras por ser muy vigorosas; Fernández de Lizardi fue también el primero que vivió de la profesión de escritor, aunque sus ingresos eran muy precarios.

Como poeta se inició escribiendo letrillas satíricas en 1810, motivado por los espacios para las escuelas dirigidas a los niños pobres y porque la educación femenina no se tenía en consideración. Lizardi siempre se declaró a favor de la enseñanza obligatoria como medio para corregir las malas costumbres del pueblo mexicano que, según él, eran promovidas y fomentadas por los propios curas y el Ayuntamiento.

Trabajó como redactor en el Diario Oficial y en recompensa por sus servicios prestados a la nación, fue designado editor de la Gazeta de Gobierno, además de nombrarlo capitán retirado y otorgarle una pensión de 65 pesos mensuales. Poco se sabe acerca de su producción en el Diario de México pero, motivado por la Constitución de Cádiz en 1812, dio pie a la publicación de un periódico que iniciaría sus acciones liberales, espacio donde expresó sus ideas: El Pensador Mexicano, que a la vez lo recompensaría con el apodo que habría de darlo a conocer y con el cual aún se le recuerda hoy en día.

De 1814 a 1816 publicó varios escritos a manera de prosa en Alacena de Frioleras, publicación donde insertó por primera vez sus artículos de costumbres mexicanas. En 1816 vio la luz su obra más reconocida, El Periquillo Sarniento, publicado en forma de fábula y en cuatro tomos, siendo el último rechazado por las cuestiones de esclavitud que en él trataba y convirtiéndose así en el primer escritor en defender a los esclavos. Como novelista, inauguró este género en Hispanoamérica cuando era perseguido por sus textos periodísticos, y escribió también la primera novela corta mexicana: Noches Tristes, en 1818.

En 1819 publicó La Quijotita y su prima, impreso donde transmite su desacuerdo en que las mujeres fueran alejadas de las primeras letras. El siguiente año publicó el periódico El Conductor Eléctrico, en el cual critica los espectáculos de mal gusto porque contagiaban los múltiples vicios, además de contener una defensa de la Constitución.

El Pensador Mexicano fue el encargado de fundar uno de los primeros gabinetes de lectura en la Ciudad de México, que abrió sus puertas en julio de 1829, en la calle Cadena letra A, bajo el nombre de “Sociedad Pública de Lectura”.

Lo más inmediato que podemos decir de Joaquín Fernández de Lizardi en cuanto a su producción periodística es que El Pensador Mexicano circuló de 1812 a 1814, y le costó siete años de cárcel. Otras de sus publicaciones destacadas son Alacena de Frioleras (1815-1816), Las Sombras de Heráclito y Demócrito (1815), Caxoncito de la Alacena (1815), El Conductor Eléctrico (1820), El Amigo de la Paz y de la Patria (1822), El Hermano del Perico que Cantaba la Victoria (1823), El Payaso de los Periódicos (1823), Las Conversaciones del Payo y el Sacristán (1824) y El Correo Semanario de México (1826-1827), además de una numerosa suma de folletos y hojas volantes.

Fernández de Lizardi utilizó el papel como embarcación y la tinta como remo para marchar en contracorriente de una sociedad controlada por la burocracia y de un sensacionalismo guiado por la Iglesia, una marcha que le costaría muchos esfuerzos, su libertad y finalmente su vida, causando que el 27 de abril de 1827 –minado por la tuberculosis– escribiera su Testamento y epitafio: “Aquí yace El Pensador Mexicano quien hizo lo que pudo por su patria”.

Murió en la quiebra total el 21 de junio de 1827 en la casa número 27 de la calle de Puente Quebrado (hoy República de El Salvador) y fue sepultado en el atrio de la Iglesia de San Lázaro, aunque hoy no existe indicio alguno de su lugar de descanso final.

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