Guillermo Prieto

Guillermo Prieto

Guillermo PrietoJosé Guillermo Ramón Antonio Agustín Prieto Pradillo. Testigo, político liberal, legislador, servidor público, periodista, poeta, dramaturgo, cronista, docente y crítico que nació en la Ciudad de México, en el Portal de Tejada número 5 (actual Mesones), el 10 de febrero de 1818. Su infancia transcurrió en Molino del Rey, en las afueras de la capital, donde su padre dirigió el molino y la panadería; vivió tranquilamente mientras su abuelo y su padre mantuvieron sus cargos administrativos, pese a la escasez y carestía durante la guerra de Independencia. Hijo de José María Prieto Gamboa y María Josefa Pradillo y Estañol; su progenitor murió en 1831 y su madre perdió el juicio, por lo que fue a vivir con un par de mujeres cuyo padre había sido empleado en la casa de Prieto padre.

Trabajó como aprendiz en la Comisaría General y fue dependiente en una tienda de ropa; posteriormente pidió ayuda al entonces ministro de Justicia y Asuntos Eclesiásticos, Andrés Quintana Roo, quien le ofreció su biblioteca, le consiguió un empleo en la Aduana de la capital y lo inscribió en el Colegio de San Juan de Letrán. Fue en esa casa de estudios donde Prieto conoció y trabó amistad con los hermanos José María y Juan Lacunza y Manuel Toniat Ferrer, con quienes fundó la Academia de Letrán en 1836 y publicó en el órgano de difusión de la misma, El Ateneo Mexicano (1844-1846). También amistó con Manuel Payno, Ignacio Ramírez, Ignacio Rodríguez Galván y Fernando Calderón. Jóvenes todos ellos, su contexto de escasos recursos, el aislamiento cultural, las guerras intestinas y la construcción de la idea de la nación mexicana los orillaron a buscar apoyo mutuo para iniciar sus carreras puramente literarias. Prieto se adhirió al Romanticismo debido a sus lecturas formadoras, aunque las luchas liberales contra los privilegios del orden clerical fueron el ambiente de su formación política.

Inició su vida intelectual en la década de 1830, en tertulias y asociaciones literarias, y su carrera periodística como redactor de El Cosmopolita (1835-1843); colaboró en La Lima de Vulcano (1836), El Recreo de las Familias (1837-1838) y El Año Nuevo (1837-1840). En 1837 publicó sus primeras poesías en el calendario de la Librería de Galván; por otra parte, atacó al presidente Anastasio Bustamante en un discurso en el Colegio de Letrán que llegó a oídos del mandatario, quien reclamó una entrevista con el joven autor. Como resultado de dicha entrevista –gracias a la buena impresión que causó– Prieto fue nombrado secretario particular de Bustamante y redactor del Diario Oficial. Antes de cumplir un año en sus nuevos cargos, contrajo matrimonio por primera vez.

En 1840 colaboró en el periódico El Museo Popular y fue estrenado su drama El alférez (1840), al que siguieron la escritura de Alonso de Ávila (1842) y El susto de Piganillas (1843, para ser representado por alumnos del Colegio de San Ildefonso); asimismo, dio a conocer sus obras A mi padre, Patria y honra y La novia del erario, piezas dramáticas ambientadas en el México virreinal y el independiente.

También en 1840 comenzó su colaboración en el periódico El Siglo Diez y Nueve, terminando esa primera etapa en 1845; volvió a participar en él los años de 1848-1858, 1861-1863 y 1867-1896. En 1841, con el ascenso al poder de Antonio López de Santa Anna, Prieto abandonó su cargo en el Diario Oficial, se retiró a Pachuca como administrador de rentas y a Zacatecas, donde consiguió el puesto de visitador de tabaco en ese estado; sin embargo, fue obligado a salir de la entidad tras atacar la dictadura militar durante una reunión, pese a que el liberalismo estaba extendido en Zacatecas.

A su vuelta a la Ciudad de México, inició el uso de su seudónimo Fidel en sus textos para El Siglo Diez y Nueve. Sus cargos administrativos le permitieron asistir a tertulias, especialmente a la organizada por Manuel Gómez Pedraza, donde convivió con Mariano Riva Palacio, Mariano Otero, Ignacio Comonfort y Manuel Payno.

Prieto participó en la crítica al golpe monárquico del general Mariano Paredes y Arrillaga, y fue desterrado a Monterrey. En 1845 fundó el periódico Don Simplicio, junto con Ignacio Ramírez (1845-1847), que se interrumpió durante tres meses en 1846 debido al encarcelamiento de sus redactores; volvió a publicarse y nuevamente se suspendió en abril de 1847 por la invasión estadounidense.

A partir de 1847, la vida pública de Prieto se concentró en la acción política. Se unió a la rebelión de los “polkos” (entre ellos futuros liberales como Mariano Otero, José María Lafragua e Ignacio Comonfort) en la Ciudad de México, organizada por grupos pro-eclesiásticos en contra de la gestión de Valentín Gómez Farías, tras el decreto presidencial de ocupación de los bienes de manos muertas, hecho del cual Prieto se arrepentiría años después.

Se enlistó en el Ejército del Norte, a las órdenes del general Gabriel Valencia, y envió a su esposa y sus tres hijos a refugiarse en la casa de Lucas Alamán; Prieto participó en las batallas de Padierna, Molino del Rey y Chapultepec, en contra de los invasores estadounidenses.

Tras la renuncia de Santa Anna a la presidencia, Prieto acompañó al Congreso como diputado por Jalisco (1848-1851), cuando el gobierno de Manuel de la Peña y Peña se retiró a Querétaro durante la ocupación estadounidense de la capital; en las sesiones abogó por continuar con la guerra. En su casa queretana organizó la tertulia matutina que reunió a Manuel Gómez Pedraza, Mariano Otero, José María Iglesias y Manuel Payno; en ella se gestaron los artículos que conforman los Apuntes para la historia de la guerra entre México y los Estados Unidos. Al final de la guerra, Prieto integró su ideología liberal, que ya no abandonaría.

En 1852, durante la gestión de Mariano Arista, Prieto ocupó un escaño en el Senado y la presidencia del Ministerio de Hacienda, pero durante los meses que mantuvo el cargo (del 14 de septiembre de 1852 al 5 de enero de 1853) no pudo mejorar las finanzas nacionales y su labor se redujo a intentar reglamentos (como el de la renta de naipes) y decretos (abolición de algunas alcabalas, orden de establecimiento de padrones para contribución predial, pago de derechos de patentes), pero sobre todo a evaluaciones y recomendaciones hacendarias. Tras el retorno de Santa Anna al poder en 1853, Prieto escribió en El Monitor artículos satíricos en contra del presidente que causaron su exilio a Querétaro, de junio a diciembre de aquel año, e inició la redacción de sus Viajes de orden suprema.

Cuando volvió a la Ciudad de México, Prieto fue exiliado de nuevo, primero a Tehuacán debido a las críticas contra Santa Anna expuestas en los Apuntes para la historia de la guerra, y después a Oaxaca, hasta el triunfo de la Revolución de Ayutla, a la que se unió siguiendo a Ignacio Comonfort. De vuelta en la capital de la república, el presidente Juan Álvarez lo nombró ministro de Hacienda, pero sólo permaneció dos meses en el cargo (del 6 de octubre al 6 de diciembre de 1855).

Ocupó cargos legislativos por una amplia variedad de estados y en diversas ocasiones, pero una de las más significativas fue la del Constituyente de 1856-1857, en especial como experto fiscal, defensor de la necesidad de desamortización de los bienes eclesiásticos, de la libertad de industria, de enseñanza y de prensa. Cuando terminó el Congreso Constituyente, volvió a ocupar su cargo en la Administración General de Correos, hasta que el presidente Ignacio Comonfort disolvió el Congreso. Tras el golpe de estado de diciembre de 1857, Prieto acompañó al presidente de la Suprema Corte de Justicia, Benito Juárez, y su recién formado gobierno a Guanajuato, nuevamente como ministro de Hacienda (del 28 de enero al 5 de agosto de 1858).

El periodista formó parte del gabinete juarista itinerante que siguió al oaxaqueño a Guadalajara y Veracruz, luego a La Habana y Nueva Orleáns, y de vuelta a Veracruz. En San Andrés Tuxtla, Prieto elaboró un plan de reestructuración (que incluía la disolución del Ejército y su reemplazo por un cuerpo policial, la disminución del cuerpo diplomático, la supresión de la Marina y la creación de una imprenta estatal); finalmente renunció a su cargo, pero se mantuvo fiel a Juárez.

En Veracruz redactó el periódico El Tío Culandas y escribió la letra de la canción satírica “Los cangrejos”, que se constituyó en el himno del Ejército Liberal. En agosto de 1859 se encargó de las negociaciones que pusieron fin a la guerra civil.

Tras la victoria liberal sobre los conservadores en 1861 y el regreso de Juárez a la Ciudad de México, fue nombrado nuevamente ministro de Hacienda (del 20 de enero al 5 de abril), pero recibió ataques de los periodistas debido a su énfasis en la necesidad de la desamortización de los bienes eclesiásticos y la declaratoria de bancarrota nacional, y nuevamente tuvo que renunciar a este cargo, aunque resultó electo para el Congreso.

En 1862, con la invasión francesa, Prieto fungió en el gobierno juarista como diputado y lo siguió hacia San Luis Potosí y a Paso del Norte (actual Ciudad Juárez); también fundó el periódico La Chinaca (abril de 1862 – marzo de 1863), El Monarca (en San Luis Potosí), editó La Revolución (1865) junto con Melchor Ocampo, y dirigió el periódico oficial del gobierno de Juárez. La relación del escritor con el político oaxaqueño se rompió cuando éste intentó perpetuarse en el poder evitando entregarlo al final de su mandato –dado que no habría elecciones– al entonces presidente de la Suprema Corte de Justicia, general Jesús González Ortega. Prieto se exilió en Estados Unidos, viajó a Brownsville, Texas, y allí creó el periódico La Bandera de México, junto con su hijo.

En 1867, tras el triunfo republicano sobre los imperialistas, Prieto volvió a la Ciudad de México y se concentró en la tribuna parlamentaria, el periodismo y la cátedra. Fue electo diputado, participó en grupos literarios y publicó poesías satíricas en el periódico La Orquesta. Fungió como profesor de Economía en la Escuela de Jurisprudencia en 1871.

Sin embargo, cuando en 1876 José María Iglesias declaró ilegal el gobierno electo de Sebastián Lerdo de Tejada y se proclamó presidente interino, Prieto lo secundó como ministro de Gobierno y siguió al gabinete hacia Guadalajara y Manzanillo. Dada la impopularidad de Iglesias, Prieto viajó luego a Estados Unidos a principios de 1877; tras volver a México, en agosto de ese año, reunió sus experiencias en Viaje a los Estados Unidos.

Durante el gobierno de Manuel González, Prieto se opuso a los acuerdos, negociaciones financieras y la introducción de monedas fraccionarias de níquel, que como diputado se negó a adoptar; también se manifestó en contra de los acuerdos de la deuda inglesa del munícipe de la Ciudad de México, Carlos Rivas, y los jóvenes diputados Justo Sierra y Francisco Bulnes, con el argumento de que el Legislativo debía aprobar los créditos en lugar de sólo depender del Ejecutivo local. Sus protestas no se limitaron a la tribuna, sino que Prieto lideró manifestaciones en la vía pública; debido a las fuertes críticas, tanto la moneda de níquel como las negociaciones de Rivas se suspendieron y Prieto y Salvador Díaz Mirón fueron aclamados como los legisladores más populares, sobre todo entre los estudiantes capitalinos.

Con el retorno del general Porfirio Díaz al poder, ocurrió la conciliación de los grupos liberales antes divididos y se dio un relevo generacional entre los liberales de la Reforma y los porfiristas, además de que los primeros comenzaron a morir en la década de 1880.

Al final de su vida Prieto se distanció de la acción política y volvió a concentrarse en la docencia, el periodismo, la literatura y un papel menor pero constante en el parlamento. Fue secretario de Relaciones Exteriores entre 1876-1877, y en diversas ocasiones.

Recopiló sus poesías en Versos inéditos (1879), Musa callejera (segunda edición de Versos inéditos, en 1883) y El romancero nacional (1885). En 1886 inició la redacción de sus Memorias de mis tiempos. En 1890 el periódico La República abrió un concurso para elegir al poeta más popular, que fue ganado por Prieto al vencer a Salvador Díaz Mirón, Juan de Dios Peza y Manuel Gutiérrez Nájera.

Como diputado por el Distrito Federal asistía puntualmente a las sesiones, sin buscar mayor protagonismo. Fue profesor en la Escuela Nacional Preparatoria, y de Historia en el Colegio Militar.

En diciembre de 1896 viajó a Cuernavaca para mejorar su salud, pero fue atacado de fiebre. Volvió a su casa en Tacubaya y murió en ella el 2 de marzo de 1897, acompañado por su segunda esposa, Emilia Golard, sus hijos y nietos. En su honor, la bandera ondeó a media asta y su ceremonia luctuosa en la Rotonda de los Hombres Ilustres estuvo presidida por el presidente Porfirio Díaz, su gabinete y su Estado Mayor, con Juan de Dios Peza y Juan A. Mateos como oradores.

Guillermo Prieto colaboró en numerosos periódicos: El Museo Mexicano (1843-1844), el Semanario Ilustrado (1844), El Monitor Republicano (1846-1862, 1868-1869, 1873-1885), El Álbum Mexicano (1849, 1894), El Mosaico Mexicano (1837), Semanario de las Señoritas Mexicanas, La Ilustración Mexicana, Presente Amistoso Dedicado a las Señoritas Mexicanas, El Renacimiento, El Correo de México, El Correo del Comercio, El Diario del Hogar, El Liceo Mexicano, El Mundo Literario Ilustrado, La Orquesta (1862, 1864, 1867, 1868, 1870, 1877), El Cura de Tamajón (de Monterrey, 1864), La Revolución (1865), La Bandera de México, La Libertad (1878-1881), El Eco de México (1879), El Republicano (1879-1881), La República (1880-1882, 1885), El Federalista (1883-1887), El Tiempo (1884-1890, 1897), El Universal (1884-1894, junto con Ignacio Ramírez y Ponciano Arriaga) y El Partido Liberal (1892), así como en las revistas El Ateneo Mexicano (1844), Revista Científica y Literaria de México (1845-1846), Las Cosquillas, Revista Nacional de Letras y Ciencias, Revista Universal (1875, 1884). Fue editor de El Tío Culandas (de Veracruz, 1860), El Monarca (1862) y La Chinaca (1862-1863); director del Diario Oficial (1865) y la Revista Universal (1875-1877); redactor de El Globo, El Porvenir (1867-1869) y El Semanario Ilustrado, así como de las revistas El Domingo (1871-1873) y El Búcaro (1873).

Algunas de sus obras en prosa son Indicaciones sobre el origen, vicisitudes y estado que guardan actualmente las rentas generales de la Federación Mexicana (1850), Memorias de mis tiempos (amplia crónica que abarca de 1828 a 1853), Viajes de orden suprema (1857), Lecciones elementales de economía política (1871, 1876 y 1888), Viaje a los Estados Unidos (1877-1878, 3 volúmenes), Breve introducción al estudio de la Historia Universal, Lecciones de historia patria (1886, varias ediciones) y Compendio de historia universal (1888).

Sus poesías más famosas, La musa callejera y el Romancero nacional, conforman una épica muy a tono con su época, nacionalista y de exaltación patriótica, al igual que de rescate del folklor mexicano, con matices de realismo sobre lo urbano y lo bucólico. El estilo de Prieto es irónico, festivo, apasionado y reivindicador del pueblo; retoma los cánones españoles en su poesía, especialmente el octosílabo.

Una temprana publicación de Prieto, una letra sacra en 1830, fue exhibida en las puertas de las iglesias capitalinas; 30 años más tarde lució en esas mismas puertas el edicto de desamortización de los bienes eclesiásticos, expedido por el presidente Benito Juárez y su secretario de Hacienda, Guillermo Prieto; tal actuación demuestra que el accionar político y la fe religiosa no eran temas mutuamente excluyentes para los liberales reformistas, sino que su intención se dirigió a atacar la institución y no al culto.

Prieto fue un defensor de los indios que contrastó frente a otros liberales juaristas y porfirianos, quienes los marginaron por la resistencia que mostraron como grupo frente a la modernización. Se distinguió también de liberales juaristas y porfiristas en cuanto a su rechazo a la manipulación de la democracia: Juárez perpetuándose en el poder y Díaz exiliando del poder a los viejos liberales reformistas.

Sus temas engloban gran parte de la realidad mexicana de su tiempo, que fue un amplio recorrido por el siglo xix, desde los tipos sociales, acontecimientos populares, políticos y religiosos. Junto con otros literatos mexicanos de su tiempo, Prieto se distingue por su literatura humorística, que pretende ser naturalista al emular la identidad y el habla de payos, gente simple y callejera y jocosa.

Fidel fue su seudónimo más común, pero también utilizó los de B., Don Benedetto, Marcos Bomba, Fr. Simplicio Cantárida, El cura de Tamajón, G. P., G. P. y M. G. P. (colectivo con su hijo), Malaespina, El marqués de Ajolote, J. Martínez, Pancho Fidel, El pollino, G. Prieto, Pepe Prieto, Martín Retintín, El romancero, D. Simplicio, Los Simplicios (colectivo con Ignacio Ramírez y Vicente Segura Argüelles), El tío Camorra, Tío Soplatesta, Tontini, El torero, Don Toribio, Z. y Zancadilla.

Guillermo Prieto fue maestro de Luis González Obregón en cuanto a temas coloniales, sobre todo por la recuperación de las costumbres y los tipos remanentes en el siglo xix, especialmente los religiosos, pero sin soslayar otros mundanos. También fue maestro y convivió con las generaciones que sucedieron al Romanticismo, los modernistas, una generación puente entre los románticos mexicanos como Prieto y aquellos educados por los vanguardistas. Ese proceso de sucesión generacional fue desencadenado por la aparición de El Renacimiento, revista creada y dirigida por Ignacio Manuel Altamirano en 1869.

Guillermo Prieto, costumbrista

José Guillermo Ramón Antonio Agustín Prieto Pradillo fue poeta, periodista, dramaturgo, político y economista; nació en la Ciudad de México el 10 de febrero de 1818 y murió en Tacubaya el 2 de marzo de 1897. Utilizó los seudónimos Fidel, Don Benedetto, Don Simplicio, B., G. P., Pancho Fidel, Pepe Prieto y Romancero, entre otros. Tuvo una infancia complicada, debido a la prematura muerte de su padre. La generosidad de Andrés Quintana Roo y Fernando Calderón lo aliviaron de una vida de privaciones.

Ocupó cargos públicos menores hasta llegar a ser diputado del Congreso Constituyente y ministro de Hacienda del presidente Benito Juárez. Sufrió hostilidades, cárcel y destierros por parte de los partidos políticos contrarios. Conoció el país en toda su extensión y participó en sus episodios más difíciles. Su pasión política, el auge cultural, sus obras variadas, su simpatía por la escuela romántica y sus diversas actividades son consecuencia de la agitación política y social del siglo que, literalmente, cubrió toda su vida. Al triunfo de la República su actividad se centró en la tribuna parlamentaria, el periodismo y en la cátedra.

Guillermo Prieto es el poeta popular y el creador del cuadro de costumbres, perteneció a la escuela romántica y a la Academia de Letrán (primera asociación literaria del México independiente en 1836), de la que fue fundador. Su iniciación en la carrera periodística se debe a la cercanía con el presidente Anastasio de Bustamante; por otro lado, en tiempos de Antonio López de Santa Anna desarrolló su vena costumbrista con base en los escritos de Ramón de Mesoneros Romanos, además de tener afinidades con José Joaquín Fernández de Lizardi, Luis G. Inclán y José Tomás de Cuéllar.

En México, varios autores son los que ayudaron a formar el género costumbrista, entre los que se encuentran Antonio García Cubas, Francisco Zarco, Guillermo Prieto y posteriormente Ignacio Manuel Altamirano, sin dejar de mencionar a José Joaquín Fernández de Lizardi, en cuya novela El Periquillo Sarniento encontramos elementos pintorescos de la sociedad novohispana.

El género costumbrista se considera el reflejo de las tradiciones de una nación1 y surgió en forma de novela de la mano de escritores españoles como Ramón de Mesoneros Romanos, Mariano José de Larra, Serafín Estébanez Calderón, Fernán Caballero y Cecilia Böhl de Faber, para describir escenas y personajes de la vida española de manera romántica y nacionalista; intentó llegar a México como imitación2 de la tradición ibérica de finales del xviii, sin embargo, la situación social en quiebra y la política de un país en guerra hicieron que el género costumbrista mexicano tuviera otro tono: transportar al lector a escenas cotidianas, contrario al género costumbrista ibérico, enfocado en la descripción.

Prieto siembra el costumbrismo a través de personajes y cuadros pintorescos con una finalidad moralizante, para acabar con los prejuicios y las malas costumbres de una sociedad amante de sus tradiciones. Fue, en sus primeros años, un curioso que escribía acerca de todo lo que veía; la característica principal es que en sus textos se encuentra él mismo, Guillermo Prieto, trabajando, curioseando. No es un descriptor, es el medio entre las letras y el lugar en el que se encuentra caminando; con su pluma ligera y la amabilidad de un guía de turistas, ayuda al lector a imaginar, oler y sentir todo lo que transmite con palabras.

Su intensa actividad periodística va de 1837 –al publicar en El Mosaico Mexicano– hasta finales del siglo. Algunas de las publicaciones en las que colaboró son El Recreo de las Familias, Semanario de las Señoritas Mexicanas, El Museo Mexicano, El Ateneo Mexicano, Revista Científica y Literaria de México, El Renacimiento, El Semanario Ilustrado, El Federalista, La República y El Diario del Hogar. Su colaboración más extensa fue para El Monitor Republicano y El Siglo Diez y Nueve.

En sus escritos encontramos un nacionalismo que incluye las riquezas geográficas de México, lo pintoresco de su pluriculturalidad y sus personajes; se centran en el barrio, en las fiestas, las cárceles, el campo, las montañas, la flora y fauna de los caminos; de ahí que se enfoque en personajes como los léperos, los pelados, los charros, por mencionar algunos tipos; Prieto escribe en tono festivo e irónico con la intención de reivindicar al pueblo. Entre sus libros principales tenemos Memorias de mis tiempos (1853), La musa callejera (1883) y El romancero nacional (1885). Entre sus artículos periodísticos destacan “Los San Lunes de Fidel”, que aparecen en El Siglo Diez y Nueve y narran acontecimientos políticos, sociales y religiosos de la época, mientras que la “Correspondencia entre El Nigromante y Fidel”, de El Semanario Ilustrado, tiene un carácter satírico, y sus escritos de viajes quedaron consignados en Viajes de orden suprema en 1857 y Viaje a los Estados Unidos, de 1877-1878.

1 Mario Calderón, “La novela costumbrista mexicana”, en La Republica de las Letras. Asomos a la cultura escrita del México decimonónico, vol. I, ed. de Belem Clark de Lara y Elisa Speckman Guerra (México: unam, iifl, 2005), 315.

2 Esther Martínez Luna, “Costumbrismo ilustrado en el Diario de México: antecedentes en México de los cuadros de costumbres”, en Tres siglos. Memoria del Primer Coloquio Letras de la Nueva España (México: unam, iifl, 2000), 127-140.

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