Ignacio Manuel Altamirano
Ignacio Manuel Altamirano Basilio nació en Tixtla, Guerrero, el 13 de noviembre de 1834, y murió el 13 de febrero de 1893 en San Remo, Italia. Nacido en el seno de una familia humilde y campesina, destacó en sus estudios, aunque aprendió a hablar el español hasta los 14 años de edad; tres años después recibió una beca para estudiar en el Instituto Literario de Toluca. Cuando tenía 18 años fundó en ese mismo instituto Los papachos, hoja de combate que buscaba propagar las ideas liberales y democráticas. Gracias a su amistad con Juan Álvarez obtuvo otra beca para terminar sus estudios superiores en Derecho, en el Colegio de San Juan de Letrán.
Durante la Guerra de Reforma participó en el periódico de su tierra natal, El Eco de la Reforma, en donde promovió la lucha a favor del bando liberal. Al término de dicha guerra, y nuevamente con la ayuda de Juan Álvarez, fue electo diputado al Congreso de la Nación en 1861. Las intervenciones de Altamirano fueron de carácter jacobino en contra de la facción derrotada, los conservadores, y en ellas buscaba que se les negara la amnistía y que dicha facción fuera suprimida.
Al inicio de la Intervención francesa tuvo que salir de la capital y situarse en San Luis Potosí, junto al gobierno del presidente Benito Juárez. Una vez en el estado de Guerrero, inició su labor periodística a favor del gobierno republicano, en busca de partidarios para la lucha y con el propósito de explicar la posición de este partido. Su colaboración fue en La Voz del Pueblo, periódico que se publicaba en Tixtla, Guerrero. Altamirano también contribuyó como orador durante las fiestas cívicas, por ejemplo el 5 de mayo y el 16 de septiembre, exponiendo en sus colaboraciones el valor republicano y el nacionalismo frente al invasor.
Decidió finalmente participar de manera más directa en el enfrentamiento, y conformó una milicia en su estado para combatir a los imperialistas. Altamirano demostró tener un notable ingenio, que lo llevó a unirse en Toluca al general Vicente Riva Palacio, junto a quien en 1857 participó en el sitio de Querétaro.
Tras caer preso el emperador Maximiliano, su fusilamiento posterior y la llegada de Juárez a la capital, ésta se llenó de un fervor patrio y festivo. Altamirano fue partícipe de ello, y con Ignacio Ramírez fundó en 1867 El Correo de México, publicación en donde expresan toda esa algarabía. Al término de la guerra, era momento de reconstruir al país devastado por la misma. La sociedad estaba cansada de tantos años de conflicto, y la miseria se hacía presente en todas partes. El gobierno carecía de recursos y estaba totalmente desacreditado por las potencias extranjeras, debido al fusilamiento de Maximiliano.
Fue en esos momentos cuando Altamirano cambió su actitud al escribir: dejó de ser el liberal de combate en contra de los conservadores, era necesario acabar con las ideas y el rencor que dividían a la sociedad. Al fusilar a Maximiliano, en el extranjero se formó la idea de que México era un país bárbaro, y había que demostrar que México era un país ilustrado, en busca del progreso. Altamirano pensó que la mejor forma de lograrlo era mediante el arte, y para ello creó la revista literaria El Renacimiento (1869), donde convivieron los mejores literatos del momento, sin importar la corriente política a la que pertenecieran. El Renacimiento tuvo una vida corta, sin embargo, logró convertirse en la mayor expresión del romanticismo mexicano.
Con sus escritos buscaba incidir en el pensamiento de los lectores, quería que el sentimiento nacionalista aflorase en ellos. También era moralista, y en sus crónicas pretendía cambiar y denunciar ciertas prácticas que la sociedad tenía, como el suicidio, para así elevar el comportamiento moral entre los ciudadanos. En sus textos dio a conocer las costumbres de los capitalinos, por ejemplo los paseos y las diversiones; los espectáculos como el teatro también fueron analizados y criticados. Asimismo, menciona los lugares donde se reunía la sociedad culta y narra sobre los temas que trataban en sus veladas. Altamirano expone la pobreza y los vicios sociales, y muestra su preocupación al respecto, a la vez que critica al gobierno.
Altamirano escribió en distintos periódicos; sus novelas Julia y Clemencia fueron escritas por entregas para El Siglo Diez y Nueve y El Renacimiento, respectivamente. Las crónicas podemos encontrarlas también en estos dos diarios, así como en El Monitor Republicano y en El Federalista. En las publicaciones periódicas mencionadas están presentes sus artículos de crítica política, al igual que en El Correo de México. Asimismo, escribió en el extranjero para La Voz de México y El Nuevo Mundo, ambos de San Francisco, California; El Ateneo (Nueva York), L’Indépendence Belge (Bruselas) y Le Courrier des États-Unis (Nueva York).
Usó los seudónimos Espinel (La República), I. M. A. (El Renacimiento, El Federalista, El Domingo), Luciano (El Domingo), Merlín (La Libertad, El Liceo Mexicano), Nick (El Diario del Hogar), P. M. (El Domingo), Próspero (El Monitor Republicano, El Semanario Ilustrado).
Por último, hay que recordar que Ignacio Manuel Altamirano fue un personaje clave para el desarrollo de la nueva generación de literatos. Algunos de ellos –como Manuel Gutiérrez Nájera y Ángel de Campo– se referirán a él como “Maestro”, debido al impulso que dio a la literatura mexicana y a su quehacer educativo y de formación de nuevos talentos.